La ‘madama’ de Camuñas, Toledo y la ‘rapadas bestas’ en Galicia. Una muestra en Barcelona ahonda en los ritos ancestrales de la Piel de Toro.

Cuando un fotógrafo iba a hacer fotos por España en la década de los setenta (no los treinta, ni los cuarenta) podían sucederle cosas como las que le ocurrían a Rafael Sanz Lobato (1932). Toparse con la única mujer del pueblo que no llevaba toquilla en Semana Santa, que resultaba ser una madre soltera, exiliada del lugar.

O que un guardia civil amonestase ( "un respeto, por favor") al fotógrafo que se atrevía a encender un cigarrillo en medio de la procesión de Bercianos de Aliste (Zamora).

En la España de hoy pasan otras cosas. La semana pasada un alumno de Sanz Lobato, también interesado en fotografiar los festejos populares con una mirada actual, sacaba fotos en la fiesta mayor de un municipio de la Sierra madrileña. Hasta que alguien le vio tomando imágenes de los niños en la feria y le acusaron de pederasta. El fotógrafo acabó en comisaría con el carrete destrozado.

Cuarenta años y un mundo de diferencia. Pero un rasgo común: la misma desconfianza hacia el forastero que retrata las costumbres del lugar.

En la exposición Trabajos de campo, que permanecerá en la Fundación Foto Colectania de Barcelona hasta enero de 2010, cuando viajará a Almería y Sevilla, dos fotógrafos clave de las últimas décadas en España, aunque poco conocidos para el gran público, Sanz Lobato y Cristóbal Hara (Madrid, 1946) retratan los ritos y el entorno rural del país desde ópticas muy distintas.

El primero practica "documentalismo antropológico". Aunque nació en Sevilla, descubrió la Semana Santa, uno de los temas recurrentes de su fotografía en Zamora. "No soy creyente, pero aquello me puso los pelos de punta. Los hombres llevan la misma mortaja desde el día de su boda, cuando la novia se la regala, hasta los 60 años. Después les entierran con ella". Más tarde encontraría una emoción similar en fiestas como la de los Danzantes y Pecados en Camuñas (Toledo).

Cristina García-Rodero, la primera española en entrar en la agencia Magnum, conocida en parte por sus fotografías de las fiestas tradicionales españolas, le suele citar como una de sus grandes influencias.

Si para Sanz Lobato sólo existe el blanco y negro ( "tiene un misterio singular") y sus grandes referencias se inscriben en esa tradición, de Steichen a Doisneau, su compañero de exposición, sólo "se liberó" a partir de los ochenta, cuando empezó a trabajar en color."Antes sólo existía el lenguaje de Life [la legendaria revista fotográfica] y Magnum. Había que mirar los pies de foto para saber quién las hacía". Cree precisamente que "fotógrafos como Sanz Lobato agotaron el lenguaje documental y yo tenía que encontrar otra cosa". De ahí que rehúya retratar rostros. "Nada de sentimentalismo, de esa fotografía que explota la mirada patética de los niños".

Cultura ibérica

Hara, nacido en 1946, vivió su infancia y su juventud entre Inglaterra y Alemania. "Soy de la generación en la que todo lo español estaba mal visto, pero yo tuve la suerte de verlo desde fuera. No tenía complejo de inferioridad". Ni necesidad de ser Walker Evans. "Yo quería hacer una fotografía española", resume.

Empezó a buscar su estética en pequeños pueblos abandonados y en festejos populares, que no le interesan de por sí como tradiciones, insiste, sino como vivero de imágenes. En su libro Autobiography, una "autobiografía del español imaginario", por ejemplo, utiliza las fotografías de las Fallas de Valencia como una manera de ilustrar el infierno. Hara también pasó años siguiendo a los maletillas, los aspirantes a toreros, de pueblo en pueblo.

Radicalmente distintos, ambos fotógrafos coinciden sin embargo en algo: no hace falta salir fuera, ni ir al Tercer Mundo, para encontrar imágenes con capacidad de trastocar. Y más cuando millones de inmigrantes han aportado sus propios ritos cambiando para siempre la foto de España.